violet moments




sábado, 18 de abril de 2015

I

Miró hacia la ventana, aún estaba sucia. Tenía el recuerdo de la lluvia del día anterior sobre el cristal.
Había una pared de ladrillos, un gran muro irrompible de pedazos ásperos y anaranjados. Luego estaba su reflejo, que se fundía con el gran muro y formaba una realidad abstracta.

¿Soy un muro?- Se preguntaba ella constantemente.
¿Estoy encerrada en mi misma?

Miró el cielo en un amago de dar auxilio a sus respuestas y vio una nube con forma de anzuelo...
Nunca le gustaron los anzuelos, ella nunca quiso ser pescada.
La nube decía en una danza de algodón -Todos somos muros, muros indestructibles, si no estamos mudos, estamos sordos, si no ciegos, si no muertos.

Ella se acerco a la ventana y la abrió, entre caladas de algodón dijo;- Soy un muro gris, en escala menor, y el la es de color rosado como el salmón juguetón, del que un día amiga fui allí en el mar cuando mi barco naufragó, del que un príncipe de pupilas azules me rescató. Ya no es príncipe pues tuvo sentido común. El sentido común es una sucesión infinita que contiene muchos cuatros naranjas y tres rojos. Y sietes verdes que flotan a mi alrededor en círculos formando triángulos.

La chica se sentó en el bordillo de la ventana y  saltó.




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